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Hola, soy David.

Comencé DisCo porque estaba cansado de ver marcas increíbles, con propuestas de valor increíbles y precios fantásticos, que dedicaban incontables horas y miles de dólares a promocionar sus productos ante los equipos de ventas, solo para marcharse sin vender ni una sola caja. Y si tenían la suerte de generar algo de impulso, conseguir que un distribuidor compartiera los datos de ventas era como sacarles los dientes.

Luego están los distribuidores nacionales. Todos sabemos quiénes son. He escuchado demasiadas historias desgarradoras: marcas que creen que están creciendo y luego reciben una factura de 10.000 o incluso 100.000 dólares que las deja sin dinero. ¿Por qué aguantar eso?

Quería crear algo mejor, algo más simple. En DisCo, hacemos que las cosas sean sencillas: ayudamos a las marcas a crecer sin tener que hacer malabarismos (ni pagar tarifas interminables) y nos aseguramos de que los compradores siempre tengan productos de calidad en los que puedan confiar.

La cadena de suministro debe funcionar para todos y para eso estamos aquí.

Todo el mundo come.

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Mi historia

Los detalles de mi vida son bastante intrascendentes. Bien, ¿por dónde empiezo? Mi padre era un belga dueño de una panadería que luchaba incansablemente por mejorar su vida y que padecía una leve narcolepsia. Hacía afirmaciones escandalosas, como si hubiera inventado el signo de interrogación. A veces acusaba a las castañas de ser perezosas, el tipo de malestar general que solo poseen los genios y del que se quejan los locos. Mi infancia fue típica: veranos en Rangún, clases de trineo. En primavera hacíamos cascos de carne.

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